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Poderosas oraciones catolicas

Oración a Nuestra Señora de Guadalupe

Nuestra Madre, La Virgen de Guadalupe, reconocida como la Reina de México y Emperatriz de América, es venerada como patrona y protectora de aquellos que buscan consuelo, fortaleza y esperanza. Su imagen milagrosa, plasmada en la tilma de Juan Diego, ha sido fuente de inspiración y devoción para millones de personas a lo largo de los siglos.

Esta poderosa advocación mariana ha sido testigo de innumerables testimonios de fe y ha sido fuente de consuelo en momentos de dificultad. Los devotos acudimos a ella con plegarias y súplicas, confiando en su intercesión para obtener ayuda en situaciones desafiantes, sanación física, espiritual, y protección ante los peligros de la vida.

A través de esta oración, los fieles buscamos encontrar consuelo en sus penas, fuerza en sus debilidades y guía en nuestras decisiones.

En este contexto, la oración a la Virgen de Guadalupe adquiere un significado profundo y personal para cada individuo. Ya sea en momentos de alegría y gratitud, o en tiempos de dificultad y aflicción, recitar esta oración se convierte en un acto de encuentro con lo divino y una invitación a depositar confianza en la intercesión de la Madre de Dios.

Invocación a la Virgen Morena

¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo, escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala a tu Hijo, único Redentor.

Madre de misericordia como maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día Todo nuestro ser y todo nuestro amor.

Te consagramos también nuestra vida comas nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Esperanza nuestra, míranos con compasión enséñanos a ir continuamente a Jesús y si caemos, Ayúdanos a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en El Sacramento de la penitencia, que trae sosiego al alma.

Así, María santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera Paz, que vienen de tu hijo, nuestro señor Jesucristo, que con Dios padre y con el espíritu santo, vive y reina Por los siglos de los siglos Amén

San Juan Pablo II  

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